El corazón me latía con tanta fuerza que parecía que se me iba a salir del pecho. Apenas se distinguía en el horizonte la línea de costa, estaba en el azul, nadando con la cabeza fuera del agua intentado controlar la respiración. A unos 30 metros frente a mí emerge Moctezuma, una gigantesca orca macho de cinco toneladas con sus casi dos metros de aleta dorsal. Visualicé este momento en mi cabeza muchas veces, pero no me había hecho a la idea de lo sobrecogedor que podía llegar a ser. Le acompañan otras dos hembras y una cría. Veo su último soplo en la distancia y se sumergen encorvando sus lomos, directos hacia nosotros. Yo hago lo mismo, aguanto la respiración y empiezo a bucear en su dirección, hacía el azul oscuro, esperando encontrarme cara a cara con el mayor depredador del océano.

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